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Foto del escritorJuanjo Vergara

DESIGUALDAD EDUCACTIVA Y COVID-19



Y a quién va usted a creer, ¿a mí o a esos tramposos rayos X?

Groucho Marx


Hablar del efecto de las desigualdades producto del cierre de las escuelas a raíz del confinamiento planetario es obvio. Es como decir que un desdentado pasará más hambre que quien tiene una decena de empastes cuando ya solo existe para comer pan duro.


Aún así, supongo que es necesario se demuestre con datos, cifras, citas y referencias académicas que contrasten lo que todos sabemos: la pobreza es el virus de nuestro planeta. Y lo es desde hace siglos, pero en las últimas décadas lo es mucho más.


Hace poco un dirigente político español hacía notar que la salida del confinamiento - de cientos de personas en sus hogares- llevará a una desigual propagación de la pandemia. Aquellos que deban trabajar a diario. Aquellos que deban viajar en metro, autobús o salir a la calle sufrirán en sus carnes un mayor riesgo para su salud que los que no deben hacerlo. Tenía razón. La infección se puede medir ya por barrios, ciudades y pronto podrá hacerse por rentas familiares.


Al inicio de la pandemia recibimos una noticia que indignó a muchos: algunos insolidarios viajaron a sus residencias en la costa para huir de la pandemia. No vamos a poner nombres a estos personajes. Los medios de comunicación fueron -justamente explícitos en su momento.


No es lo mismo vivir un confinamiento en un ático del norte de la ciudad que en una habitación interior del sur. Mucho menos vivirla en la calle.


Hace poco menos que semanas, veíamos en Internet como agentes de un gobierno extranjero “desinfectaban” decenas de ciudadanos “a manguerazo limpo” en India. La idea que reprodujo esta imagen en la cabeza de muchos es: “esto no es más que el principio”.


¡Y es cierto!. Claro que no es igual vivir el acoso de una enfermedad terrible en una comunidad con sanidad asegurada que en la que no lo está.


Hablo con mi amigo Simo -de Marruecos-. Me cuenta que está confinado con su familia en su casa. En el valle donde vive en el centro del Atlas. La policía y el ejercito aseguran la inmovilidad y su último mensaje es “esto es difícil”.


No es lo mismo vivir una pandemia en un país que ha apostado por la garantía de la sanidad pública al que ha dejado en manos de nadie este derecho a la vida. Y mucho más terrible es imaginar lo que puede hacer una pandemia en una sociedad en la que las personas viven en la calle, duermen en las aceras y ni siquiera tiene acceso al agua potable, la vivienda, el alimento o la sanidad. Esta es la realidad del setenta por ciento del planeta. Es una lección que deberán aprender quienes venden votos diciendo que garantizan la sanidad publica, pero la privatizan a diario. También en España.



Pero hablemos de educación. Parece que no debo hablar de otra cosa, porque de otro asunto no debo saber…


La pandemia -en España- ha colocado a cientos de escolares en sus casas. Para remediarlo, las televisiones y canales de Internet han buscado protagonizar a algunos de los más indocumentados docentes en sus pantallas. De tal suerte que vemos -a diario- como personas que no han tenido un alumno frente a sus ojos en muchos años se sitúan frente a una pizarra y explican cómo resolver un problema de física, matemática o analizar una oración compuesta.


Hace años que sabemos que lo más importante en la educación que necesitamos no tiene que ver con la reproducción de contenidos y lo es con el desarrollo de competencias para habitar el mundo. Hoy lo comprobamos ante un colapso de dimensiones inimaginables. Sin embargo, algunos indocumentados parecen anclarse en la fantasía de que lo importante es resolver problemas de matemáticas o física: “Halla cuál será la aceleración de un misil lanzado en Arizona si ….”


Nada será igual tras un colapso que encierra a las personas en sus casas, bloquea las comunicaciones, aborta las transacciones comerciales y limpia la atmósfera del planeta de forma trágica.


Hace unos días escuchaba a un gran amigo -y referente ideológico- que me decía una gran frase: “el resultado de todo esto dependerá de la capacidad que tengamos para reinventarnos y no dejar que el modelo de desarrollo actual sobreviva algunos años más”. Tenia razón.


Pero volvamos a hablar de educación. Los alumnos de las zonas empobrecidas sufren más y de forma mucho mayor el envite de la pandemia que los que tienen mejores recursos.


Decir esto no es algo que sorprenda a nadie. Pero es algo que debería escocer en las entrañas a muchos. La desigualdad económica, social y cultural aumenta de forma insoportable la capacidad para hacer frente al desarrollo educativo de las personas.


¿Es sorprendente escuchar que los alumnos que tienen menor acceso a los medios tecnológicos tendrán menos posibilidades de éxito académico en un entorno de aprendizaje online?


La respuesta a esta pregunta es obvia. Pero me interesa más la siguiente: ¿los alumnos que solo reproducen contenidos estáticos son los que triunfan en los modelos de aprendizaje online? Dicho de otra forma: ¿el aprendizaje online ha olvidado el desarrollo de competencias en aras de asegurar el cómodo libro de texto que supone el currículo clásico reproductivo?


Desgraciadamente asistimos -una vez más- a un doble escenario en el que las administraciones educativas, los medios de comunicación y la más añeja tradición social pretende un modelo de enseñanza transmisiva, inservible y que nos retrae cincuenta años atrás. Y a la vez que esto sucede, nos encontramos con un potente colectivo de docentes que reniegan de este modelo y busca reinvertanrse para convertir la distancia en una oportunidad.


La enseñanza online puede ser una oportunidad si es capaz de redefinir el papel del docente y del aprendiz. Nada más alejado que los videos de docentes que explican cómo resolver un problema en un encerado a través de youtube.


Debo dar la enhorabuena a todas las y los docentes que se niegan a que su trabajo se limite a reproducir un libro de texto, un temario o el currículo aséptico de una administración educativa de miras cortas.


Los docentes -una vez más- son los expertos en educación y están liderando el cambio. Cada día podemos ver cómo comparten recursos, ideas, manejan medios y lo hacen con sus alumnos con decenas de experiencias.


Los docentes son los que están liderando el cambio en educación. Lo llevan a cabo con sus alumnos y esperan que la administración le acompañe en este proceso. Lo iniciaron hace décadas y esperan que al fin se les reconozca; pero si no es así, les dará igual… lo tienen claro: ¡el cambio es imparable!

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